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viernes, 19 de marzo de 2010

44 bombones

Esto no debería ser publicidad, aunque pudiera parecérsele. Por el título, digo. Al final se aclara.

Lo de esta mañana es el resultado de un leve, mínimo gesto amable que tuve el otro día. Como Earl Hickey, voy a tener que empezar a creer en el karma. Al menos en esta ocasión, me ha dado más de lo que yo di. Y no son solo los 44 bombones.

Es muy agradable llegar al trabajo, después de seis días de ausencia, y descubrir que en tu mesa, junto al teclado de tu ordenador, hay un paquete envuelto en papel de regalo, y el paquete está cuidadosamente colocado dentro de una bolsa de papel. Delicado, elegante, sin estridencias. Y también sin una nota. Es la segunda vez que me pasa. Exactamente igual.

Pregunto a mis compañeros que, envidiosos, ya me han soltado un:

- José, ¿qué les das a "tus chicas" que mira cómo te cuidan?

Eso me sirve para acotar la procedencia. Por supuesto, no puedo dejar escapar la ocasión para soltar una de mis típicas chorradas de sobrao.

- Uno, que sabe satisfacer a las mujeres. Y luego ellas lo agradecen así. ¡Ah, cuánto tenéis que aprender de mí, piltrafillas!

Acompañado de la preceptiva subidita de cejas, causa las cuatro risas tontas. Efecto pretendido, efecto logrado. Eso, no más.

Alguien me apunta:

- Creo que te lo ha traído T, hace unos minutos.
- Gracias, S.

Me coloco el nuevo pinganillo ese de los 200 lerus que tenemos desde hace pocos días, cruzo mis brazos sobre la mesa e inclino mi cuerpo sobre ellos, fijo la mirada en mi teclado mientras da el tono de llamada y finalmente, descuelgan.

- T, hola, soy Jose.
- Hola, Jose. Buenos días.
- ¿Esto "qué es lo que es"?
- ¿Esoooo? Jijiji. Nada, un detalle.

Seguimos un rato con los tópicos. Que si no tenías que haberte molestado, que si nada de eso, que lo he hecho de corazón, que si esto, que si lo otro. Podría parecer mera conversación trivial. Lo es, pero no por ello es algo sin importancia. Aceite para el engranaje de las relaciones sociales. Es o eso o alcohol. Las dos cosas funcionan, más o menos, pero esta es más barata y se puede hacer en horario laboral. Y si ella tiene marido, y está enamorada (me consta), mejor con conversación que con alcohol.

Cuelgo. Le he dado las gracias por el regalo, pero aún no sé en qué consiste. Desvelo el misterio mientras rompo, como debe ser, el papel. Los restos de papel, al contenedor del papel para reciclar. La bolsa, doblada, al cajón. Ocasión habrá para usarla. El regalo, una caja roja de Nestlé, 44 bombones. Esto no debería ser publicidad, pero es una caja roja de Nestlé. "Asín son las cosas". Detallazo por su parte.

Me pregunto si realmente el favor que yo le hice mereció la pena. De hecho, ya casi ni lo recordaba, pues para mí no llegó ni a favor, aunque si lo pienso realmente, pues sí que lo fue, desterremos la falsa modestia. Pero un favor muy pequeño, casi nada. De hecho, ella no sabe que fui yo quien salió ganando aquel día. El viernes 12 de febrero. Pero ya lo contaré otro día.

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