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sábado, 28 de junio de 2008

El cuarto elemento

Decía Rosana que "a fuego lento...".

Pero hay días que no. Imagínate, llegas de la calle, una nevada impresionante (vale, olvidad que estamos en Murcia, ¿es que no tenéis imaginación? A ver si van a valer para algo esa inversión en forma de años de colegio y de instituto, ¿o no?)

Nevada impresionante, decía, entras en el salón. La chimenea rugiendo con un pedazo de tronco-nochebueno que acaban de echar, tú deseando tirarte de cabeza a la chimenea, y de pronto alguien te dice

- No, no... a la chimenea no. Vente a la cocina, que hay encendida una vela. Junto a ella podrás calentarte "a fuego lento".

Y para colmo, empieza a tararearte la cancioncilla.

Yo es que le pegaba fuego al imbécil.

Va a ser que no. Hay días que lo que te apetece es bajar al infierno. Hoy, por ejemplo. Ahora que todavía está en la memoria colectiva el eco de la noche de San Juan, y aún quedan brasas de esa noche.

Que a fuego lento puede estar bien para los cocinillas. Que puede estar bien para Rosana. Pero hoy yo me apunto a Extremoduro:

A fuego lento no se calientan mis huesos
y bajé al infierno a ver cómo se cuecen tus besos

cansado de buscar un trocito de cielo
lleno de pelos.

Por cierto, volviendo de Teruel en marzo, el año pasado, me colé por error en Valencia, en plenas fallas. Claro, tuve que quedarme a verla arder.

Murcia la nuit - Septiembre 2007

Salgo a pasear solo, de noche. Mientras llego al centro, en el coche sueña Mrs. Jones. Una delicia.

Me llama la atención de que el parking de la Plaza Europa tenga puesto el cartelito de “lleno” a la 1:40 de la mañana. ¿Desde qué hora estará lleno? ¿Tanta gente sale con el coche? Se ve que sí. El dueño de un Smart ha aprovechado su pequeño tamaño y lo ha aparcado atravesado. ¡Sí, señor!

Aparco. Bajo del coche.

Oigo, al cruzarme con la gente, retazos de conversaciones profundas:

- Tía, tengo un compañero que está buenísimo
- ¡Jo, tía, córtate un poco! ¿No?


Verifico que la birra sigue siendo la reina de la noche. Al menos, la cantidad de vasos abandonados así me lo indican.

Basura por todas partes. “No, si no lo hacemos por cerdos, lo hacemos para crear puestos de trabajo”, me digo al ver al fondo a los basureros trabajando.

Incipientes bigotilllos postadolescentes que, para mi sorpresa, me producen un poco de asco. Seguramente yo también llevaba uno así. Vaya.

Adultos maduritos en manadas de seis, de ambos sexos, o bien en parejas del mismo sexo.

Un señor con paraguas. No parece que hoy vaya a llover, pero, en fin.

Chicas monísimas que no reparan en exhibir sus carnes en el templado mercado nocturno.

Inoportunos camiones de la basura que me cortan el paso.

Voces, ayes, luces, ruido…
De pronto, un extravagante solitario que va a su bola, te mira y sabe que esa noche tú también estás mirando... Y sigue su camino

Un graffiti de rima insultantemente fácil: “Valcárcel… a la cárcel”

Al doblar una esquina, esa cara conocida (¡mierda! ¿cómo se llama éste tío?) con la que intercambiar las típicas frases estipuladas, siempre de duración inferior a un minuto, of course:

- Hola, ¿qué tal?
- Nada, pues dando una vuelta
- Sí, como nosotros. Bueno… adiós

- Hasta luego


Vale, él tampoco se acuerda de mi nombre.

Me llama la atención cómo unas plazas, como la plaza Europa, están tan concurridas, y otras están tan vacías.

Un loco tomando notas en la PDA. Joder, hace falta estar muy colgado.

Al menos, las palomas han ido a acurrucarse al “palomar”.

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