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miércoles, 21 de marzo de 2007

Me llamé Paolo

El 10 de marzo me llamé Paolo. Bueno, algún nombre tenía que poner.

Fue al visitar CosmoBelleza, una feria sobre peluquería, estética y wellness (cágate, lorito) en Barcelona. (Sí, yo estoy tan sorprendido como vosotros, pero la vida se empeña en llevarme a los sitios más variopintos, y no voy a ser yo quien se oponga a una propuesta como esa. Además, una visita a Barcelona siempre merece la pena).

El caso es que la entrada costaba 25 lucas, si no tenías una para profesionales. Y nosotros las teníamos.

Había que rellenar un formulario diciendo el salón-de-belleza o peluquería por el que ibas, y tu nombre. Sé que es un topicazo como la copa de un pino, pero me vino a la cabeza el típico peluquero-de-mujeres con pluma, que todos conocemos, o al menos hemos visto en alguna peli, y no pude resistirme. Y de nombre, pensé que le pegaba Paolo. Y así me llamé por ese día.

Por favor, ahorradme comentarios en defensa de: peluqueros-de -mujeres - heterosexuales, gays, gente-con-pluma...o lo que sea. No veo la ofensa. No la hay.

En varios tenderetes (venga, vale, diré stands) hacían demos de peinados y similares. La verdad es que algunas de las modelos eran impresionantemente bellas. Por supuesto, si yo tuviera una tienda de productos cosméticos, elegiría esos bellezones para promocionarme. Es otro topicazo, pero perfectamente lógico.


Son muchas las historias que tendría que contar: el tom-tom que tuvo su momento tontón, las pelotas de tenis gigantes, mi reconciliación con una Barcelona hasta entonces insulsa, un árbol nacido en medio de una carretera, los postizos de Laura, el tatuaje que casi me hice, el cadillac que todavía no sé qué coño pintaba allí, la envidia que me daban los fotógrafos, los dragqueens (supongo que promocionaban pinturas), el paseo por las Ramblas, la cena estilo turco-árabe, la feria del libro... pero no acabaría nunca, y tengo prisa.

Resumiendo: lo mejor, el Park Güell (sí, se escribe en inglés, con K, y no en catalán) y su historia como fracaso urbanístico, y lo peor, la surrealista historia que le pasó a L, y que aún está por resolverse.

Nos hospedamos en Sant Andreu de la Barca, en un hotel bastante bueno, por 70€ la noche cada habitación doble.

Os dejo algunas fotos de las que tomé. También os pongo un vídeo, así me estreno con el youtube, ya que nunca antes había subido nada a ese sitio, y me apetecía.

Por cierto, el topicazo primero se confirmó. En la feria de la belleza, había al menos tres peluqueros-de-mujeres con una pluma impresionante (sin contarme a mí). Uno de ellos, el del vídeo.

Esta foto recomiendo verla en grande.


El vídeo

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martes, 6 de marzo de 2007

El médico cazador

Pues resulta que el otro día me pidieron que me aprendiera una poesía, monólogo, canción o algo por el estilo para decirlo en público, ante un grupito que hemos formado con la intención de hacer algo de teatro.

Y hete aquí que me acordé de una poesía de un libro de EGB (sí, en mis tiempos se llamaba así), que se titulaba "El médico cazador". No recordaba el autor, pero sí varios versos, así que suponía que sería cuestión de un pispás encontrarlo en Internet (perdón, en LA TODOPODEROSA INTERNÉSSS).

Pues no, resulta que "El médico cazador" no está en Internet. O al menos, yo no lo he encontrado. Así que me tiré un rato hurgando entre libros polvorientos hasta que al fin... ¡voilá! El autor se llamaba Vital Aza (y, curiosamente, tuvo un hijo médico de idéntico nombre. La verdad es que en la poesía no deja muy bien a los médicos).

Espero que os guste.

Como no tenía foto de ningún conejo (leer la poesía para entender esto), os pongo la de un gato que pillé sesteando el domingo pasado en Blanca. Así, podéis decir que os he dado "gato por liebre". (Vale, vale, un poco-bastante forzado, pero es que tengo prisa).

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El médico cazador (Vital Aza)
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Un doctor muy afamado
que jamás cazado había
salió una vez invitado
a una amable cacería.
Con cara muy lastimera
confesó el hombre ser lego
diciendo: -Es la vez primera
que cojo un arma de fuego.
Como mi impericia noto
me váis a tener en vilo.
Y dijo el dueño del coto:
-Doctor, esté usted tranquilo.
Guillermo, el guarda, estará
colocado junto a usted;
él es práctico, y sabrá
indicarle... -Así lo haré,
dijo el guarda; sí, señor;
no meterá usted la pata.
Verá usted, señor doctor,
los conejos que usted mata.
Siga en todo mi consejo:
¿Que un conejo se presenta?
Pues yo digo: ¡Ahí va el conejo!
¡Y usted tira y lo revienta!
-Bueno, bueno, ¡siendo así!
-Nada, que no tema usted.
Quietecito junto a mí.
Chitón y yo avisaré.

Colocóse tembloroso
el buen doctor a la espera,
cuando un conejo precioso
salió de su gazapera.
-Ahí va un conejo -le grita
el guarda- ¡No vacilar!
Y el doctor se precipita
y ¡pum! disparó al azar.
Y es claro, como falló
diez metros la puntería,
el conejo se escapó
con más vida que tenía.
El guarda puso mal gesto
y rascóse la cabeza.
Hubo una pausa, y en esto,
saltó de pronto otra pieza.
-¡Ahí va una liebre, doctor!
¡Tire usted pronto, o se esconde!
Y ¡pum! El pobre señor
disparó... ¡Dios sabe adónde!
Gastó en salvas, sin piedad,
lo menos diez tiros, ¡diez!
sin que por casualidad
acertara ni una vez.

Guillermo, que no era zote,
sino un guarda muy astuto
dijo para su capote:
-Este doctor es muy bruto.
¡No le pongo como un trapo!
¡Mas yo sé lo que he de hacer!
Y al ver pasar un gazapo
corriendo, a todo correr:
-¡Doctor! -exclamó Guillermo
con rabia mal reprimida-.
¡Ahí va un enfermo! ¡Un enfermo!
Y ¡pum!, ¡lo mató enseguida!
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