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domingo, 12 de abril de 2009

La puta Lulú

Odio el GPS. Por lo menos el que cayó en manos de mi marido hace unos meses. Y por mi culpa, que es lo peor.

Antes, cuando viajábamos, él solía conducir y yo era la que consultaba los mapas y le orientaba. Por así decirlo, éramos como un equipo, no sé si me entendéis. Perfectamente coordinados, él conducía, con esos gestos tan masculinos, con fuerza, con garra. Y yo le indicaba: en el siguiente cruce, a la derecha, toma la nacional, atento a la siguiente salida de la autovía... Eramos la pareja ideal. Abott y Costello. El Cid y Babieca. Don Quijote y Sancho Panza. Romeo y Julieta. Amy Winhouse y las drogas. Parejas ideales, vamos.

En enero de este año, por Reyes, decidí regalarle un GPS. Craso error. Mira que pensé en una colonia, como otras veces, pero no. Quise ser un poco más original, y me pasé. Le compré el puto GPS. Lo abrió, sus ojos brillaron de alegría y hasta creo que se le escapó una lagrimica. Estaba que no cabía en sí de gozo. Yo también estaba contenta, pensaba que había acertado de todas, todas.

Al día siguiente ya estaba instalado en el coche, y la voz configurada para que sonara como una sensual jovencita que le iba diciendo por dónde ir cada cien metros. Porque eso sí, empezó a utilizarlo hasta para ir al Mercadona.

- Por Dios, nene, que sólo vamos a hacer la compra y volvemos a casa
- Ya, pero si es que es para probarlo, para ver si funciona bien y eso
- Pero si en esta ruta ya lo has probado tres veces y se la sabe al pelo
- Sí, pero es que le actualicé ayer los mapas y quiero ver si se equivoca
- Pfmmmm....

Empecé a cogerle manía a la voz de la sensual jovencita. Tanto que decidí ponerle nombre, pero un nombre de puta. No María, ni Juana, no, no, eso no valía. Me acordé del anuncio (-Lulú! -Oui, c'est moi!) y decidí que ese era el nombre. La puta Lulú. Así ya no la llamaría más con un nombre anodino como la señorita del GPS.

Ayer fue el colmo.

- Ya no te necesito, me dijo mi querido maridito.
- ¿Cómo?
- La Lulú me da todas las instrucciones para conducir. No necesito que tú me des las explicaciones. Es genial.
- Pfmmm.... (¡cabronazo!)

Esto último no lo dije, pero lo pensé. Aunque ahora pienso que debí decirlo. Aunque sea dicho en broma, una frase como "ya no te necesito" jode, ¿o no?

En fin. Que si pudiera mandaba una jartá de misiles a cargarse todos los satélites del GPS, y al inventor lo enchironaba en una cárcel argelina.

Por listo.

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