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jueves, 28 de diciembre de 2006

Un pequeño error (parte 2 de al-menos-5)

La señora Lojin siempre había añorado poder hacer sus propias fotografías, pero sus pobres experiencias con una cámara analógica barata le habían hecho desilusionarse. Por otro lado, el alto precio de los equipos profesionales le hacía dudar. Por eso, cuando los inicios del siglo trajeron la explosión de la fotografía digital, se permitió el lujo de comprar una cámara réflex de gama media. Con esta cámara fue aprendiendo, poco a poco, algunas técnicas básicas sobre el enfoque, la luz y la composición. También tuvo que comprarse un ordenador, lo más barato posible, para volcar sus fotografías. El uso le hizo ir conociendo un poco la forma de operar con el ordenador, pero lo que supuso un verdadero salto cualitativo fue apuntarse al curso de Informática para mayores que organizó el Club de la Tercera Edad del Centro Municipal de Pituna. Ella se convirtió en una alumna aventajada, que solía preguntar constantemente al profesor cosas que se salían de los básicos planteamientos teóricos del curso.

Por todo ello, a nadie le extrañó demasiado que al terminar el curso intercambiase con el señor Zapan y con algunas chicas jóvenes que hacían manualidades en el Centro Municipal su dirección de correo electrónico, e incluso que, aconsejada por el señor Zapan, hubiera abierto una cuenta de usuario en un sitio web que le permitía subir sus fotografías y exponerlas para que todo el mundo las viera, a través de Internet. El señor Zapan también tenía su catálogo de fotografías allí expuesto, aunque no se puede decir que destacara especialmente por su talento. Definitivamente, la señora Lojin se había convertido en una abuelita moderna. No obstante, su habilidad para las manzanillas, cafés, tés y poleos no disminuyó, y los habituales seguían reuniéndose en su casa prácticamente a diario, a tomar el té y a comentar las fotografías.

- Anoche vi la página en Internet donde están sus fotografías, señora Lojin.

- ¿Ah, sí? No sabía que usted manejara el ordenador. ¿Y qué tal, le han gustado?

- En realidad, no lo manejo. Me la enseñó mi hijo, que se desenvuelve mucho mejor que yo en estos asuntos. A mí me parecen un poco extrañas, con esos rostros deformados, ese tono general oscuro y sombrío, pero he de reconocer que son buenas. Además, he leído algunos de los numerosos comentarios que le hacen los visitantes de su página, y en general, son muy positivos.

- Sí, varios de ellos son fotógrafos profesionales. A mí también me gustan mucho sus comentarios.

- Por lo que he visto, la ensalzan mucho. Y no se puede decir que sea meramente por educación, pues muchos de ellos ni la conocen. Además, escriben en inglés.

- Sí, eso no es un problema para mí, pues como sabe, pasé nueve años en Inglaterra.

- Obviamente, usted ha aprendido a modificar las fotografías con el ordenador. Es increíble ese aspecto curvado que le da a todas ellas. ¿Cómo lo consigue? Supongo que con algún programa especial para eso.

- Efectivamente.

Pero nunca daba demasiadas explicaciones sobre esto.

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