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miércoles, 7 de octubre de 2009

El misterio de las piteras

La pitera (ágave americana, pita) es una planta que me ha llamado la atención desde pequeño. En mi pueblo no se veían mucho, pero cada vez que íbamos a Laroya a visitar a la familia veía un montón por el camino. Mi padre me contaba historias de ellas, y me explicaba cómo de esa planta salía el hilo de enea, con el que se hacían las sillas (al parecer, esto ya se hace poco, pero antes era muy habitual). En mi casa tengo una silla pequeña, tamaño infantil, que me encantaba de crío. Era un modelo a escala de las que usaban los mayores, y a mí me encantaba sentarme en mi sillica a comerme el bocadillo. Ahí quedó mi contacto infantil con las piteras. Pausa hasta los treinta y tantos.

Hace unos meses, en un viaje a Almería, volví a tomar conciencia de la cantidad de pitas que había por el camino y, en particular, en el parque natural del Cabo de Gata. Asocio esta planta al desierto (tiene la pinta de un cactus, aunque no sé si lo es), y me encanta su silueta. En las fotos quedan muy chulas, sobre todo al atardecer. Me hablan de paisajes áridos, vida en un entorno hostil, de las dificultades de tirar para adelante… y, sin embargo, ahí están. Con el tallo todo recto, a veces inclinado en ángulos imposibles, pero siempre desafiando a la sequía, al viento y a la gravedad.

Se lo comento a mis padres, almerienses empedernidos los dos y me hablan de que en su pueblo se utilizaban para construir escaleras, debido al poco peso del tallo (espárrago) que aparece en su florecimiento. Días después comprobé que en la Wikipedia se afirma lo mismo.

Una característica curiosa de la pita es el monocarpismo: sólo florece una vez en toda su vida, deja todo lo mejor de sí en multitud de hijuelos y después, simplemente, muere. No me enteré de esto hasta hace poco, pero me ha valido para apreciar más aún los pocos momentos de florecimiento de esta planta. Cuando veo una pitera con las flores reverdeciendo, me alegro interiormente. Es como ver un éxito de esta luchadora del desierto, en su batalla diaria por la supervivencia.

Por eso, hoy he disfrutado admirando a varias de estas plantas, cuando desde el mirador al que he subido observo que cerca de la playa hay unas piteras verdes. Un grupo de seis o siete de ellas, mirando desafiantes al mar, como diciendo: “A ver quién es capaz de secarnos”. Algún tronco seco sí que se ve en el suelo, entre ellas, pero eso sólo es una huella de la batalla que, de momento, siguen ganando ellas, aunque sea por la mínima. Entre las plantas y la playa, se ven los tejados de unas casas bajas, humildes, de tejas rojas y paredes blancas. Por supuesto, no puedo evitar hacer algunas fotos.

(recomiendo ver la foto en grande, haciendo clic sobre ella).

El caso es que la pita ejerce sobre mí una fascinación cada vez mayor, sin saber exactamente por qué.

Es el misterio de las piteras.

1 comentario:

  1. Si te enteraste hace poco de que muere tras florecer, es simplemente porque olvidaste que yo una vez te lo conté. Te dije y la que había en la puerta de mis abuelos, murió tras florecer, eso sí dejó un montón de hijuelos.
    Son cosas que pasan y maravillan.
    besos

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