Todo se acaba. También esta maravilla, té Harrods número 42.
Los ingleses son un pueblo curioso. Rompedores y a la última en muchos aspectos culturales (música, teatro...) sin embargo a veces me sorprenden porque siguen aferrados a algunas costumbres ancestrales que los hacen únicos. A veces, incluso un poco ridículos. Ellos están orgullosísimos de algunas de sus tradiciones mientras el resto del mundo los miran como bichos raros. Conducir por la izquierda, resistirse a pasarse al sistema métrico decimal (aunque la UE siga intentando obligarles a vendernos las cervezas por litros y no por pintas), beber té a determinadas horas...
A mí, esta actitud me hace gracia, me cae bien. Especialmente cuando leo alguna novela de Agatha Christie, me encanta ese sabor rancio de las costumbres y ese estar orgullosos de ellas.
Pero si hay una costumbre fundamentalmente inglesa es la hora del té. Y a ella me había ido aficionando yo también poco a poco.
Ahora, esta lata de 50 "escapularios" de té Earl Grey que me trajeron desde Londres hace unos meses, se me ha terminado.
Así que tengo que viajar a Londres cuanto antes, a comprarme un bote de té Harrods número 42. Earl Grey, es decir, té con una pinta de bergamota.
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