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jueves, 19 de febrero de 2009

Chaplin y yo

Recibo uno de esos correos espirituales que conjugan música sensible, bellas imágenes y un texto edificante. Como todo en esta vida puede saturar, intento no empacharme demasiado de este tipo de presentaciones, así que no siempre termino de leerlas, especialmente en los días en que llevo varios correos seguidos.

Pero como otros días me gusta cultivar la sensibilidad un poco (si no se riegan, las macetas se secan), de vez en cuando me detengo a leer uno con tranquilidad, concediéndole el tiempo que se merece. Uno nunca sabe cuándo puede caerle una joyica como el cuento de Cenicienta que mandó Víctor hace unos días (¡gracias, chaval!). Además, me encantó la respuesta que me dio una de mis musas cuando se lo envié:

Me encanta, sobre todo el hada basta, porque yo he visto a la mía.
Besos


El correo de hoy llevaba un texto atribuido a Chaplin y hablaba, entre muchas otras cosas, de errores casi imperdonables. Hmm, me suena el tema. Ya puestos, también podría hablar de errores sobre errores. Recuerdo que en el instituto, aprobé un examen de física en 2º de BUP porque cometí dos errores en un ejercicio, que se compensaron mutuamente, de manera que el resultado final estaba bien y el profe ni se percató).

Pero normalmente, errores no arreglan errores. Antes bien, los estropean más aún. Y lo peor es cuando esos errores no los siento por mí, sino por ti -me refiero, lógicamente, a ese ti plural que incluye a varias personas, y creo que cada una sabe quién es, y a qué errores me refiero. Tranquis, hay para todas, son muchos.

Es curioso cómo ciertos acontecimientos en tu vida, en el momento de ocurrir parecen acontecimientos sin importancia, pero conforme pasa el tiempo te das cuenta de que se han quedado marcados a fuego en el fondo de tu alma, y no hay manera de borrarlos de allí. Especialmente cuando son, o han ido acompañados de, errores. Seguramente, tampoco haya por qué borrarlos, ¿verdad?

Además, cuando actué, cuando actuamos, fue obedeciendo un impulso, así que de acuerdo con el texto de Chaplin de hoy, tampoco tuvo que ser tan malo. Seguramente te hice daño después, pero (espero) quizás no tanto como creo. A lo mejor yo mismo me torturo y le concedo más importancia de la que quizás le concedas tú. Quizás no te decepcioné tanto como creo, aunque sé que nos faltaron unas palabras. Nos faltó una conversación un poco profunda (valeeeee, eeeehhhh, tampoco TAN profunda, pero vamos, un poquito sí que hubiera venido bien). Al menos habernos dicho lo que teníamos dentro, que tampoco tenía por qué ser tan profundo. Nos hubiéramos quedado a gusto los dos. Al menos, yo.

Pero no nos dijimos nada.

Otro fallo fue que no hicimos casi nada juntos. Me refiero a solas. Lo que hicimos fue en grupo casi todo el rato, pero no nos dimos tiempo para hacer cosas entre los dos. Bueno, tal vez fui yo quien no nos dio tiempo. Pero tú tampoco dijiste nada (no es un reproche; o tal vez sí lo es, pero al menos no mayor del que yo me hago a mí mismo cada día).

Fue raro. Fue, por los días que duró, que estuvimos ahí en la cuerda floja, una sensación agradable. Un poco de calor y tal vez algo más, no vamos a negarlo, aunque no tenemos por qué ponerle grandes nombres (tampoco hay por qué NO ponérselos, ¿eh?).

Calor que viene bien cuando hace frío en el alma y nos damos cuenta de que además de alma también tenemos cuerpo. Un cuerpo en el que estamos atrapados y que es "sujeto de fuerzas" (como le gusta decir a mi profe de TIC), como la fuerza de la gravedad (¡qué gran invento la postura horizontal para luchar contra la gravedad ;-)), las inclemencias del tiempo (¡ah, ese frío!) y las necesidades de besos y caricias.

Pero apenas llegamos a consolarnos/calentarnos ya empezamos a distanciarnos.

O seguramente fui yo quien se alejó, lo cual supongo que es tu punto de vista. O a lo mejor no lo es. Creo que nunca lo sabré, porque me parece que nunca tocaremos el tema. Yo, porque creo que sólo serviría para removerte una herida y hacerte daño innecesariamente. porque quizás estás desengañada de mí (¡y con razón!) o porque quizás no le has prestado tanta atención a este episodio, que posiblemente juzgues un error al que no hay que dar más vueltas -pero es que ya te habrás dado cuenta de que me cuesta mucho no marear las perdices. Y ambos, porque seguramente asumimos que tal vez ya haya pasado demasiado tiempo.

En fin, menudo rollo para decir que lo siento, y que ojalá no sintiera que ya es demasiado tarde para andar dándonos explicaciones, por mucho que a mí me gustaría. Sin más pretensiones: tan sólo una explicaciones para que quede claro todo lo que tenga que quedar.

Sigo mareando la perdiz.

Seguramente fui valorado y no supe valorar -por enésima vez. Parecía prometer unas cuantas cosas y te fallé. Pero no soy tan malo. Creo que en el fondo lo que no puedo sobrellevar es esa imagen pésima que te debes haber llevado de mí, y todo por no habernos dedicado quince minutos a hablar tranquilamente. Eso es lo que no puedo soportar, lo que me va quemando cada vez que te veo y cada vez que tú (no) me miras. Últimamente, cuando coincidimos por ahí, siento que ya ni me miras y, aunque sé que no es del todo cierto, y que si lo fuera es algo lógico, y sé que debes mirar hacia otros sitios, no puedo evitar que me escueza un poco, ¡qué se le va a hacer: será otra de esas fuerzas a las que estamos sujetos!

Sigo con el texto de Chaplin.

Sí, es verdad, la tristeza es una cabronaza. Y de vez en cuando te hace sentir que te vas a morir. También dice lo del miedo a perder a alguien especial, y finalmente terminar perdiéndolo. ¡Joder, el cabrón este del Chaplin debe estar mirándome por alguna cámara oculta!

Y aún y así no puedo quejarme. Y no me quejo. Todavía puedo, cuando quiero, acercarme y ver a alguien de esos "especiales" que han marcado mi vida, hablar con ellos un ratico y no terminar tirándonos los trastos a la cabeza.

Así que con estos antecedentes, si Chaplin sobrevivió, ¿por qué no yo?

Un Otro beso.

P.S.: todo lo aquí dicho está escrito bajo los efectos de un impresionante Albariño: Condes de Albarei, de las Rías Baixas (¡publicidad gratuita!). Sí, ya sé que me he pasado con el vino, pero es que me sabía mal dejar un culín de nada en la botella, y he tenido que terminármelo del todo. Era una obligación moral, más que nada. O sea, que se puede fingir perfectamente que uno no ha leído nada.

Además, las culpas de los desvaríos, al que me envió el correo.

¿Fotos? Otro día.

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