Vale, no me agrada mucho el hecho de que sea algo que viene de una multinacional, pues parece que le estoy haciendo publicidad. De hecho, se la estoy haciendo. Aunque bien mirado, ¿qué tiene de malo? La sociedad le da mucho a la multinacional (normalmente, dinero, aunque no sólo eso), y tendemos a pensar que cualquier cosa que ella nos dé es una inversión por su parte, con la intención de que nuestra aportación sea mayor.
Pero en un mercado en el que hay competencia, y éste al menos lo es, ¿qué tiene esto de malo? Es un juego al que yo me presto gustoso. Si tengo que comprar una maquinilla de afeitar, y ante precios y calidades similares, la compraré a la empresa que más me aporte a mí o a la sociedad en general. Y aunque la aportación no sea necesariamente algo material.
En este caso, es un producto cultural, si se puede usar esta expresión. Aquí el anuncio vale muchísimo más que el objeto, y creo que no hay que dejar pasar la ocasión de verlo, reírse y juzgarlo.
Como alguno ya sabe, últimamente, me estoy interesando especialmente por la publicidad. Ya os iré dando el tostón si reincidís y decidís volver por aquí.
Y todo este rollo, diréis, ¿qué tiene que ver con el título? Ved el vídeo y lo sabréis. Una advertencia: haced lo posible por disponer de audio cuando lo veáis. Le sacaréis mucho más partido. Que lo disfrutéis.
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viernes, 28 de septiembre de 2007
miércoles, 5 de septiembre de 2007
Ecos de voces ya olvidadas
Al volver a la casa de los abuelos, descubres que tu primo ha aprovechado un rincón vacío para montar una estupenda plantación de maría, aunque no vale para nada, ya que ha utilizado semillas de cañamones que no valen.
También descubres que aún quedan sitios donde a los perros se les pone a comer en la calle, en la puerta de la casa. Y si pasa un gato, pues se echan una pelea y listos.
Y esas voces, en tu cabeza, hacen eco.
También sorprende descubrir cómo la gente, la mitad de la cual es tu familia más o menos lejana (es lo que tienen los pueblos pequeños), a pesar de que a veces esquives las miradas pues te da vergüenza no saber dirigirte a ellos por su nombre, se abre a ti en cuanto les diriges dos palabras. Y no te reprochan que no lo sepas, a pesar de que ellos te llaman a ti como lo hacían cuando eras pequeño.
Y entonces se produce el milagro: alguien comparte sus fracasos contigo, abriéndote una parte de su alma, sin que tú sepas por qué misterios misteriosos ha tenido que esperar a que llegues tú desde el quinto pino para desahogarse. Otro te abre las puertas de su casa como si te conociera desde siempre, y te invita a entrar hasta la cocina.
Y, aunque sabes que es una gran mentira, sientes que no estás tan desencajado como creías.
Y da un gustico que no veas.
Fotos: Laroya, provincia de Almería. Agosto 2007, fiestas de S. Ramón Nonato.
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