A veces necesitamos que alguien nos lleve de la mano hasta algún sitio al que no hemos sido capaces de ir por nosotros mismos. Es nuestro "padre" (por favor, no me vengáis con chorradas sobre corrección política, que se me altera la úlcera). Esto es evidente en los niños pequeños, cuando están empezando a andar, pero también es cierto cuando somos mayores.
Pero llega un momento en el que, por muchísimos motivos, tenemos que "matar al padre" para seguir creciendo.
Desde niño me ha fascinado la magia con cartas, cuerdas, botones, etc... (Juan Tamariz, "Nada x Aquí"...). Incluso alguna vez me atreví a intentar realizar algún truco, sin demasiado éxito. La cosa quedó ahí, aparcada. Lo único que me sabía hacer era disfrutar cuando tenía la suerte de pillar en televisión algún mago, cerrar la boca al terminar y recoger las babas con la fregona.
Años después, un día a finales de 2005, apareció L por casa, se sacó una baraja y me hizo un truco. Creo recordar difusamente el juego que era, aunque no estoy del todo seguro. Se ve que ese día yo estaba especialmente despierto (habría tomado café del bueno), le hice las preguntas apropiadas, intuí la base del juego, apunté, disparé y... ¡acerté! Si L no me hubiera ido confirmando mis sospechas, mis intuiciones, probablemente yo no podría haber ido dando los pasos siguientes, pero el caso es que lo hizo. Me fue llevando de la mano. (Según me dijo, si mis preguntas no hubieran ido bien encaminadas, no me habría revelado el truco). El caso es que todo el universo confabuló a mi favor. L fue "mi padre" en el tema de la MAGIA (algo que nunca le agradeceré lo suficiente). Después, ver cómo iban subiendo de nivel sus trucos fue un fuerte estímulo que me animó a ir imitándolo, a intentar conseguir yo hacer esos mismos trucos. Aunque nunca he llegado (NUNCA LLEGARE) a su nivel, el caso es que conseguí un nivel "decente", o al menos "autosatisfactorio", con 5 ó 6 truquillos que me permitieron encandilar a un par de parientes y arrancar aplausos de tres o cuatro amigos. Nada especial, pero a mí me valía.
L me puso en el camino. Después conseguí algunos libros y vídeos sobre el tema, y empecé a leer y estudiar por mi cuenta. Empecé a llevar una baraja siempre encima (L me regaló varias). L seguía avanzando y perfeccionando, y parecía (parece) dispuesto a llevarme de la mano siempre y cuando yo pusiera (ponga) interés de mi parte. Pero yo no podía limitarme a ir imitando sus trucos. Un día vi un truco en un vídeo de Juan Tamariz, lo repasé de arriba abajo varias veces (o mejor dicho, de atrás adelante), rebobinando, reproduciendo, rebobinando de nuevo, reproduciendo a cámara lenta... Lo ensayé muchas veces, iba paseando por la calle con la baraja en las manos, hasta que de pronto... voilà! Me salió. Lo probé con mis sufridos espectadores de siempre y funcionó. Mi siguiente reto era hacerle el truco a mi "padre" y ver qué opinaba.
Cuando vi a L esa noche, yo estaba un poco nervioso. Le enseñé el truco, me salió bien y le gustó. Por supuesto, captó el truco desde el primer momento, pero eso no me importaba; de hecho, yo contaba con eso. Simplemente, quería que me dijera si me había salido bien. Cuando lo terminé, comprendí que aunque no le hubiera gustado a él, me daba igual, porque yo sabía que me había salido bien, es decir, a MI me había gustado. Ese día sentí que me había soltado de la mano de mi "padre", y que había dado un paso por mí solo. Ese día había "matado al padre". Fue una pequeña-minúscula-insignificante alegría (demostrarme que podía andar sin ir cogido de la mano), pero al mismo tiempo, también una pequeña-minúscula-insignificante tristeza (aún no sé decir por qué exactamente).
Por supuesto, aún sigo andando a trompicones, mientras que mi padre está corriendo la maratón de San Silvestre, pero... no todos podemos correr igual.
Por cierto, hablando de "matar al padre" (no insistáis, no pienso hablar de Rajoy y Aznar), ¿tenéis vosotros algún episodio donde recordéis, grata o ingratamente, haber "matado al padre"?
La foto muestra las manos de L, de las cuales me solté, haciendo uno de los mejores abanicos que he visto nunca. Y sí, está un poco manipulada. Septiembre 2006.
Lo de matar al padre ha sido una sensación paulatina y, aunque no he podido tener un punto de referencia claro, la he notado, sin saber nominarla.
ResponderEliminarBueno, se me hace un poco extraño eso de que sea paulatina. Los casos que yo recuerdo, tienen asociado algún episodio concreto en el que se hace la luz y te das cuenta. Por ejemplo, Goyo me contó el otro día que él experimentó la misma sensación cuando venció a su abuelo al ajedrez, contando con alrededor de 16 años. Llevaba desde los 12 intentándolo, pero no lo conseguía. Y de pronto, un día lo logró, y descubrió que su "padre" (abuelo) también era vulnerable.
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