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viernes, 9 de julio de 2010

Radio nocturna


Me gusta eso dejar la radio encendida toda la noche, cuando no tengo que madrugar al día siguiente; no tiene nada que ver con la radio durante el día. Por las mañanas, todo son noticias interrumpidas constantemente por la publicidad. Vienen bien para ponerse al día, pero al rato me estresa y agobia, y voy cambiando de canal cuando saltan los anuncios.

Sin embargo, por la noche, la radio se transforma. Los programas nocturnos, ya sean de música, de historia, de curiosidades, de ciencia, de entrevistas o de llamadas telefónicas, me cautivan. Y no sé por qué, pero esto tiene su encanto especial cuando he dormido en el coche. En mi habitación casi nunca la enciendo. En el coche, me gusta buscar al azar una emisora, donde estén hablando, y quedarme a escuchar toda la noche.

Recuerdo que hace algunos años, muchas veces, cuando volvía de madrugada de dar una vuelta con MJ, o al llevarla a su casa, cuando paraba el coche en el solar que había cerca, solíamos poner la radio por la noche en el coche. Nos podíamos tirar horas allí, hablando, o escuchando las historias en la radio. A veces pillaba la Rosa de los Vientos, y oía las historias de Cebrián (el pobre murió hace unos años, aún joven), o como dice mi hermano, Cebrián el Grande, que eran historias que me embelesaban. Ahora las he conseguido en MP3 y me las pongo de vez en cuando en el coche y, aunque siguen siendo historias que enganchan, y algunas incluso me emocionan, creo que oídas por la radio, y de noche, en un programa en directo, hubieran sido una pasada.

Además, la radio nocturna solía ir acompañada de alguna cabezadita. Era una sensación muy placentera la de echar el asiento hacia atrás, ir quedándose adormilado poco a poco entre conversación y radio, y quedarse dulcemente dormido. Al rato, te despertabas, y descubrías que estaban entrevistando a un deportista que había conseguido algún premio reciente y contaba el pasón de horas que se entrenaba al día, o a un científico que acababa de sacar un libro y te desvelaba los misterios más insondables del universo, o a una actriz al final de su carrera que hacía una revisión de toda su vida profesional en el show business, o te encontrabas con un narrador que leía los cuentos enviados por los oyentes… Las historias enseguida te enganchaban. Era gente que mostraba su lado más humano e intimista al abrigo de las ondas nocturnas.

La costumbre de la radio nocturna la fui perdiendo poco a poco. Pero años después, al hacer la ruta buscando las fuentes del Segura, recuerdo nítida y claramente (¿o debería decir oscuramente, ya que era al final del día?) tres noches especiales, de radio nocturna en el coche que revivieron las de los viejos tiempos. Una de ellas fue en La Toba (Albacete), junto al consultorio médico. La otra fue en Las Juntas (Jaén), que es donde se unen (de ahí el nombre) los ríos Zumeta y Segura. Y otra fue en Poyotello (Jaén), donde además, al despertar, el coche apareció cubierto de nieve.

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