¡Boing, boing, boing, boing... !
Mientras la morena camarera se nos acercaba andando, ni siquiera yo podía apartar los ojos de aquellas impresionantes domingas. Cierto es que se notaba que llevaban algo de "ayuda": habían sido presionadas por una blusa dos tallas menor de lo necesario, y se asomaban por un escote el doble de largo de lo decente, de forma que se encontraban ambas aplastadas y levantadas casi hasta la garganta de la sudamericana. Yo proferí un suspiro de los de "¡hala, qué exageración, por favor!"
Por supuesto, él tampoco dejó de mirar hasta que la camarera estuvo a nuestra altura. Sin embargo, él no emitió sonido alguno. Por una milésima de segundo me pareció ver que se humedecía la lengua, pero quizás fue una ilusión óptica. Hmm... no sé, me quedó la duda.
- Hola, ¿qué van a desear? -preguntó la chica, con ese impreciso acento sudamericano que una neófita como yo no sabe distinguir si pertenece a Ecuador, Colombia, Venezuela o cualquier combinación de ellos.
- Pues mira, hemos visto aquí en la carta un cóctel que se llama...
- Estoooo... es que los cócteles... no va a poder ser...
- ¿Ah, no? ¿Y ni siquiera una margarita?
- Es que... esto... no queda... algo...
- Pero...
- Es que cócteles no sé hacer... bien... no sé... puedo preguntar...
- No, vale, vale, déjalo. Un vodka con limón. ¿Tú qué quieres?
- Un Ponche Caballero con batido de chocolate -dice él, intentando ojear dentro del profundo canalillo. ¡A ver si con lo de la lengua yo iba a ir encaminada correctamente!
Le arreo una sutil patada por debajo de la mesa. Finjo que ha sido un accidente, pero no insisto, para que le quede la sospecha. Si pensara que ha sido un accidente de verdad, no serviría de nada. Tiene que albergar la duda.
- ¡HUy, perdona!
- De acuerdo, concluye la camarera, mientras se aleja. Como no tiene buen culo, él deja de mirar y se vuelve a mí.
- Jo, menuda fiera. Está para que le pidamos algo "complicado", ¿eh?
- Yatedigo
Al final concluimos que ha sido lo mejor. Por un momento hemos visto dudar a la camarera, así que si hubiéramos insistido, lo mismo hubiera intentado hacernos su versión de los cócteles, y por las dudas que manifestaba, podría haber salido cualquier cosa. En tiempos de incertidumbre, es mejor ir a lo conocido. Los experimentos, en casa y con gaseosa.
Esta copa es el colofón a una noche atípica. Empezó por una tarde tonta, a la salida del curso. El profe de taekwondo había estado especialmente pesado, y se había extendido un poco más allá de la hora. Tampoco podíamos quejarnos mucho, pues hay que reconocer que no somos especialmente puntuales para la llegada, así que asumimos de vez en cuando alguna ligera prolongación de la clase.
- Vaya, ya son casi las ocho
Imaginativo el chaval, menuda frase se saca de la chistera.
- Sí, menudas horicas. Ya está la tarde perdida -yo también me luzco con la continuación.
- ¿Te apetece una cervecica?
- Hmmm... venga, pues.
Al menos, -pienso- sacaré algo de la tarde. Un ratico de charla. Peor sería encerrarse ahora en casa a dormir.
Pensamos ir a un lugar nuevo, donde no hayamos estado antes. Como llevamos dos coches, me pide que aparque en mi casa, me recoge ahí y desde allí nos vamos al sitio que sea.
Veinte minutos después entro en su coche.
- ¡Ale, tira p'alante! ¡Y a ver adónde me llevas! -finjo amenazarle.
- Yastamos, siempre igual. Venga, vale... hmmm... -le gusta hacer estos balbuceos poniéndose la mano en la barbilla- ...hmmm.... ya lo tengo: ¡Puente Tocinos!
- ¡Puffffff! -exclamo, para manifestar mis pocas esperanzas de que elija algún sitio decente. Daría igual lo que hubiera propuesto, mi ¡puffffff¡ hubiera sido siempre el mismo.
- Venga, no seas quejica, que seguro que te va a gustar
Por el camino decide que vayamos a una pizzería que hace tiempo lleva viendo en un cruce y en la que nunca ha parado. Al llegar a la pizzería, desde el coche, cambia de idea:
- ¡Ah, no, espera, vamos a otra que hay aquí al lado, que me parece que va a estar mejor!
Cerrada, ¿cómo no? Nuevo plan. Resultado: un Kebab que "está muy bien, es barato, te va a sorprender" y bla, bla, bla. Cruzo los dedos mientras él sigue manifestando sus dudas:
- Bueno, a lo mejor... no... hmmmm... sí... sí... sí, definitivamente, sí. Te va a gustar.
Lo dudo, porque lo ha dicho acariciándose de nuevo el mentón.
Aparcamos, tras dar unas cuantas vueltas.
- Ahora llegamos andando... está aquí mismo... hmmm... esto... sí... aquí al lado
...
- ¡¡¡Quéééé!!! ¿Ese sitio? Pero si tiene una pinta de... de... ¡de cutrerío superior a todo lo que me has propuesto hasta ahora!
- No sé, mujer, espérate un momento, vamos a acercarnos más, a ver si por dentro es como parece por fuera. Yo vine hace mucho, quizás ahora...
Pasamos rápidamente, disimulando, por la puerta. En su interior, cuatro o cinco moros conversan entre sí mientras en un rincón, en una tele habla un tío más feo que picio, con aspecto de político, de algún tema que no interesa ni al cocinero, que se parapeta detrás de una barra de aluminio. Un par de clientes nos miran con caras adustas mientras pasamos, para regresar a sus asuntos tres segundos después.
- Desde luego, ¡menuda puntería tienes!
- Hija, pues para todo igual -se defiende él, intentando al mismo tiempo, y sin mucho éxito, hacer un chiste.
- Nompezemos -atajo.
Al final, deambulando por el pueblo, porque ya nos negamos ambos a volver al coche (se está haciendo muy tarde, y como nos descuidemos, no nos darán de cenar), acabamos con el colega del ingenioso hidalgo. Yo me entiendo, y quien tiene que entenderlo también. Menos mal, un sitio pasable.
Al pedir las bebidas:
- ¿Y de beber? ¿Cerveza? -propone Sancho Panza
- ¿Tienes Estrella? -interroga él. Ya está en plan pijotero. ¿Qué más dará una marca u otra? Cuando se pone "fisno"...
- Claro -espeta el escudero, como quien se ofende por la duda
- ¿Especial o clásica? Es que si es especial no la quiero, no me gusta. Me gusta la clásica
Esto es el colmo. No es que sea exquisito con la marca, sino que se pone fino con la variedad. El colmo, el colmo...
- ¿Es que hay especial?
Sí, Sancho, sí. Si él te lo ha preguntado, es que la hay. Y si no quiere la especial, es que la clásica está mejor. En eso le doy la razón. De mujeres no, pero de cervezas entiende una jartá. Al César lo que es del César.
Después de esto, la copa. Claro, no podía ser en el mismo pueblo, nos apetecía a los dos salir de allí. De hecho, casi le suplico que me lleve fuera de allí. En el fondo, aunque le pongo pegas a todas sus erecciones, digoooo.... elecciones, en el fondo me gusta cuando me lleva a sitios, por cutres que sean, pues siempre hay algo chocante, algo raro. Es ese "inframundo" del que he estado desconectada durante toda mi vida, moviéndome entre alfombras rojas y parqués acuchillados. Una pesadez, os lo juro. Un día temgp que hacer la lista de todos los sitios esos raros a los que me ha llevado, y las cosas chocantes que allí he encontrado
Acabamos en un "disco-pub" (sic) de Alquerías. No sabría volver ni aunque me fuera la vida en ello. No sé cuántas vueltas hemos dado en el coche, oyendo historias en la radio. Incluso hemos parado para que echara una meada. No aguantaba más. La Estrella clásica, no te digo más.
...
La neumática camarera no-sé-hacer-cócteles ya nos ha traído las copas.
- Entonces, ¿las mejores diez pelis?
- Eso es. El "top ten"
- Vale. Empezaré con Regreso al futuro.
¿Por qué no me sorprende? Me lo estaba imaginando. Si es que es tan predecible. En casi todo. Al final, el top ten se ha ido al top twenty seven, y subiendo. Habrá que parar, pero es verdad que todas las que han salido son muy buenas. Ha sido una conversación chula, especialmente por la forma en que se justificaban algunas pelis.
- Bueno, de esta noche hay que escribir una historia -le desafío.
- Pero si no tiene nada interesante que contar
- ¡Anda que no! Si nos han pasado un montón de cosas raras. Para empezar: si nos descuidamos no cenamos. Y eso ha sido estar casi al borde de una tragedia.
Sí, vale, ya sé que exajero, pero es para provocarle. Me apetece que escriba una historia, por entretenerme. No es que escriba bien (para eso ya tengo mis libros), ni que la noche haya sido nada especial (moros, pizzas, tetas, copas, pelis), pero al menos, es menos aburrido que ver la tele o leer el periódico.
- Mira, -digo- ya sé, vamos a tomar notas en una servilleta de las cosas de esta noche y luego la escribimos. Cada uno escribe su versión de la historia, y luego las contrastamos.
- Venga, vale. Acepta-escogorcia él, fingiendo desgana.
En vez de tomar notas, se dedica a hacer dibujicos. Por supuesto, lo primero que ha dibujado son dos inmensos globos con unas puntillas superpuestas. Vamos, y yo pensando que a lo mejor no se había dado cuenta de las perolas de la camarera. Ains, ¡hombres!
Aunque me preocupa que yo también empecé hablando de las tetas de la camarera, y he terminado igual. ¿Será esto una señal de algo? ¿Tal vez debería permitirme una experiencia "universitaria", aunque sea sólo por probar? Hmmm... ya veremos...