Decía Rosana que "a fuego lento...".
Pero hay días que no. Imagínate, llegas de la calle, una nevada impresionante (vale, olvidad que estamos en Murcia, ¿es que no tenéis imaginación? A ver si van a valer para algo esa inversión en forma de años de colegio y de instituto, ¿o no?)
Nevada impresionante, decía, entras en el salón. La chimenea rugiendo con un pedazo de tronco-nochebueno que acaban de echar, tú deseando tirarte de cabeza a la chimenea, y de pronto alguien te dice
- No, no... a la chimenea no. Vente a la cocina, que hay encendida una vela. Junto a ella podrás calentarte "a fuego lento".
Y para colmo, empieza a tararearte la cancioncilla.
Yo es que le pegaba fuego al imbécil.
Va a ser que no. Hay días que lo que te apetece es bajar al infierno. Hoy, por ejemplo. Ahora que todavía está en la memoria colectiva el eco de la noche de San Juan, y aún quedan brasas de esa noche.
Que a fuego lento puede estar bien para los cocinillas. Que puede estar bien para Rosana. Pero hoy yo me apunto a Extremoduro:
A fuego lento no se calientan mis huesos
y bajé al infierno a ver cómo se cuecen tus besos
cansado de buscar un trocito de cielo
lleno de pelos.
Por cierto, volviendo de Teruel en marzo, el año pasado, me colé por error en Valencia, en plenas fallas. Claro, tuve que quedarme a verla arder.
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