Un consejo que suele repetirse en los
métodos de productividad personal, de gestión del tiempo, de
organización, de gestión de proyectos y muchos otros es el de realizar listas, con más o menos variantes sobre
cómo utilizarlas. Y no es extraño; se ha demostrado que las
listas tienen varias ventajas. El método GTD, por ejemplo, las recomienda,
aunque no al tuntún, sino con ciertas características y principios (convertir las listas de
"cosas", en listas de "acciones", por ejemplo). Yo las utilizo muchísimo en mi
propia versión del GTD que aplico desde hace un par de años
aproximadamente, y he de reconocer que me funcionan bastante bien.
Foto 1: Un tablero kanban. Fuente: Wikipedia.
Algunas herramientas de apoyo a la gestión de proyectos como los tableros Kanban
utilizan un sistema en el que se trabaja con varias "listas", aunque
allí se llamen con sus propios nombres (la pila [backlog], las tareas
pendientes / en curso / hechas, o sus divisiones...).Y una serie de
reglas y principios para gestionar esas listas y los movimientos de
tareas de una a otra. Pero listas, al fin y al cabo.
Albert Espinosa, en El Mundo Amarillo, también decía algo parecido:
"...cómo voy ordenar los conceptos. Pues a través de una lista.
Creo en las listas, me encanta. Soy ingenierio industrial, de ahí
que ame los números y si amas los números amas las listas."
En
fin, que las listas son muy útiles, si se utilizan con un buen método,
(ojo: por sí solas no valen mucho, pero con una metodología asociada,
son un elemento clave). Mal usadas pueden ser "una mancha amorfa de cosas imposibles de hacer" (David Allen, Organízate con eficacia).
Es
algo reconocido y muy estudiado que cuando uno apunta en una lista las
tareas pendientes, por ejemplo, o las cosas que hay que comprar, la
mente descansa. Mientras tenemos conciencia de que tenemos algo
pendiente, algo que recordar, hay un runrún que nos va dando vueltas por
la mente poco a poco, sin permitirnos descansar del todo. Esto al final
se traduce en estrés, ansiedad y, a veces, en olvidos que pueden ser
problemáticos. En palabras de Kerry Gleeson:
Esta preocupación constante e improductiva que
experimentamos por todo lo
que tenemos que hacer
es lo que más tiempo y energía consume.
Pues bien, la semana pasada me explicaron que eso tiene un nombre: se llama efecto Zeigarnik, llamado así por el apellido de la psicóloga que lo estudió y describió formalmente.
Básicamente, consiste en que tendemos a recordar mucho más aquellas
cosas que tenemos pendientes que aquellas que ya hemos hecho. Por eso
los camareros recuerdan mucho mejor lo que les han pedido y aún no han
servido que aquello que ya han llevado a la mesa. O al menos eso dicen
los experimentos. Está claro que el efecto Zeigarnik tiene un efecto
positivo (el camarero puede ser más eficiente), pero también tiene una
contraparte negativa, dándole vueltas innecesariamente a un asunto,
hasta acabar mentalmente exhaustos.
Foto 2: Mono pensador. Fuente: Wikipedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes algo que decir, aquí puedes hacerlo